
Raíces de un territorio ancestral
Antes de la llegada de los españoles, la región de Altautina estaba habitada por los Kamiare, conocidos posteriormente como Comechingones. Este pueblo originario vivía en profunda armonía con el monte, practicando una agricultura diversificada y sostenible, complementada con la recolección de frutos nativos y la caza menor. Su relación con la naturaleza era respetuosa: comprendían la importancia de los árboles nativos para la fertilidad del suelo y la vida silvestre, aprovechando los recursos sin agotarlos.
Con la colonización, este equilibrio se rompió. La llegada de los españoles hizo desaparecer a las comunidades autóctonas. Y luego, el auge de la minería y la explotación forestal transformaron drásticamente el paisaje y el modo de vida local.
A finales del siglo XIX, Altautina se convirtió en un asentamiento de más de 500 mineros y hacheros. La explotación minera, centrada en la extracción de cal y piedra laja, y la deforestación intensiva para obtener leña destinada a alimentar los hornos de cal asi que para la exportación, devastaron el ecosistema. En pocas décadas, el bosque centenario de algarrobos y quebrachos, que había sostenido la vida de los Kamiare durante siglos, fue arrasado.
El impacto ambiental fue profundo: sin la cobertura arbórea, el suelo quedó expuesto a la erosión, y el sobrepastoreo actual impide la regeneración del monte. Lo que antes era un bosque frondoso y biodiverso es hoy un paisaje árido de monte bajo y suelos degradados, con una biodiversidad mucho más frágil. Sin embargo, sigue siendo un paraíso y es nuestro deber regenerar y preservarlo.
La explotación descontrolada no solo destruyó el entorno natural, sino que también despobló Altautina. A medida que los recursos se agotaban, los trabajadores abandonaron el lugar, dejando atrás un caserío que hoy cuenta con aproximadamente 28 habitantes. Altautina es ahora un pueblo casi fantasma, testigo del impacto negativo de la intervención humana cuando no se respeta el equilibrio de la naturaleza.
Este proceso de degradación ambiental y despoblamiento contrasta con la sabiduría ancestral de los Kamiare, quienes entendían que la supervivencia depende de la reciprocidad con la Tierra. Su ejemplo nos recuerda que la restauración del ecosistema no es solo una cuestión ambiental, sino también cultural y espiritual, una oportunidad para repensar nuestra relación con la naturaleza y recuperar el vínculo que alguna vez existió.


Antiguos hornos de cal
Te invitamos a conocer cómo está hoy el campo y qué necesitamos para continuar con el proceso de regeneración del ecosistema.